En la dimensión artística, la literatura primero y la cinematrografía después nos han otorgado la visión de múltiples escenarios distópicos donde la supervivencia del ser humano se ve amenazada por la aparición de diferentes plagas y desastres que prometen la extinción de la especie y la mutación del planeta en favor de la naturaleza, una especie de regresión a un estado planetario primigenio de belleza desbordante, pureza en el aire y claridad en el cielo, aguas cristalinas y animales recorriendo las ciudades desérticas con total libertad y sin temor al peor de los primates.
Por Alejandro Ippolito*
Son cuantiosas las muestras que han dado la literatura y el cine como expositores involuntarios de una especie de “periodismo de anticipación” que posiblemente haya disfrazado de entretenimiento ficcional una lectura inteligente de la realidad y una proyección llamativamente exacta de diversos sucesos posteriores. Profecías que pueden basarse en el agudo sentido de observación de autores geniales o en un sencillo ejercicio de la decepción y el pesimismo que surge del mero reconocimiento de la historia de la humanidad con su proverbial tendencia a repetir y fortalecer sus desaciertos sin terminar de reconocer su rotunda fragilidad.
Si reversionáramos el tango Cambalache deberíamos decir que ‘la pandemia nos ha igualao’ y nos ha invitado de mala manera a un supuesto encierro en el cual, quizás, encontremos la libertad perdida en nombre del progreso. Pero el COVID-19 no recorre en soledad los laberintos terrenales, hay otras pandemias que también nos destruyen pero con formas más sutiles, amenazas a las que tristemente nos hemos acostumbrado a tal punto de confundir el
veneno con nuestro alimento cotidiano.
Tal es el caso de la denominada infodemia, un proceso viral que inunda las arterias comunicacionales con información maliciosamente falsa y que corrompe los sentidos al punto de provocar en las personas reacciones contrarias a sus propios intereses.
Los infectados de infodemia se reconocen por difundir ideas sin sustento, frecuentemente disparatadas y que no toleran el más mínimo análisis. La infodemia provoca el efecto de un espejo mentiroso en donde no se refleja lo que existe sino lo que se desea y ese deseo mayoritariamente responde a la falta de conocimiento o al gusto adquirido por el escándalo y el sensacionalismo como productos de consumo mediático.
Las recomendaciones para combatir la infodemia – que es anterior al COVID-19 y lamentablemente podemos prever que continuará vigente después que la pandemia se disuelva – tiene algunos puntos en común con el virus que puso al mundo en cuarentena. En principio hay que evitar la proximidad con personas posiblemente infectadas por haber tenido contacto con fuentes comprobadas de desinformación. Hay que tomar distancia, una distancia reflexiva frente a los contenidos informativos que nos permita reconocer los síntomas de una noticia maliciosa – síndrome de fake news – como la ausencia de fuentes comprobables, autores inexistentes, redacción errática y con errores gramaticales llamativos; entre otras cualidades negativas.
La proximidad con nuestros seres queridos puede ser riesgosa, es habitual que la infodemia se propague entre nuestros contactos más cercanos en donde la confianza en ellos permite el ingreso de la información falsa. El uso del barbijo comunicacional nos permite protegernos y proteger a los demás de las expectoraciones discursivas apócrifas, impulsos similares a una tos persistente sin otra sustancia que el trascendido, el rumor y la falacia.
La infodemia, al igual que el coronavirus, suele permanecer flotando en el aire por algún tiempo y por eso es necesario tomar todos los recaudos para no quedar expuestos a sus efectos. Partículas que no se reconocen a simple vista, con un poder de propagación muy importante y que requieren del análisis de especialistas para ser reconocidas.
Pero no alcanza con la descripción diagnóstica, la enumeración de particularidades y el recuento de víctimas y efectos. Resulta imprescindible producir la sustancia que actúe como antídoto frente a la infodemia y es por eso que la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires se encuentra en una situación de privilegio en la investigación de este fenómeno ya que cuenta dentro de su oferta académica con la carrera de periodismo en donde se forman los futuros profesionales de medios y se realizan investigaciones tendientes, entre otros objetivos, a promover conductas sociales que contrarresten los efectos de las fake news, comprendiendo que la libertad de expresión no justifica la irresponsabilidad de expresión de algunos periodistas.
Por eso la recomendación es “no lavarse las manos” en este caso, no desentenderse ni considerar que la infodemia es parte de la lógica dinámica de uso de los medios y las redes sociales o que no se puede hacer más que enumerar casos y contabilizar contactos infectados.
En tiempos en que lo viral se ha transformado en sinónimo de éxito, la tarea es instalar protocolos de acción frente a la información que se consume, acciones simples que pueden desbaratar la circulación de noticias maliciosas y purificar el aire en favor de todos.
En tal sentido estamos trabajando, desde las aulas y los espacios de investigación, para conocer en profundidad las características de esta pandemia desinformativa, para poner en valor el discurso científico por sobre las suposiciones y los trascendidos, para devolverle al conocimiento el lugar que los medios le quitaron en favor de la simpática ignorancia y reconfigurar el rol del periodismo como recopilador y decodificador de hechos concretos ante la sociedad y no como reproductor de mensajes que solo abastecen intereses corporativos y privados.
Estamos en el peor momento, pero también estamos en el mejor lugar.
Licenciado en ciencias de la comunicación (UBA) – Escritor y docente universitario (FACSO
UNICEN)- Investigador del Proyecto Observatorio de medios- ciudadanía y democracia del
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