Se anuncia una “nueva normalidad” por venir, llegará con la fase 4, en la cual ya casi estamos con las salidas autorizadas que consisten en un orden en base a normas de cuidado (distanciamiento, uso de barbijos, horarios, etc.). Varias ficciones mediáticas, denominadas “distopías” nos habían anticipado este futuro hecho de control (“Matrix”, La Criada, Blade Runner, Fahrenheit 451, etc.) en imágenes que exhiben la pérdida de las libertades individuales adquiridas históricamente en base a las luchas políticas. ¿La post pandemia tan ansiada, será parecida a estas distopías?
Frente a este imaginario, los medios anuncian la posibilidad de controlar el Covid-19 y una sociedad a punto de vencer la pandemia. Durante el aislamiento, muchas y muchos ciudadanos pudimos desacelerar nuestras vidas para protegernos del virus y cuidarnos. Transformamos el cuidado en un gesto político y ético un modo de responder al miedo generado por la amenaza del virus.
En sentido ético, el cuidado, según Michel Foucault (1994) implica un ejercicio de la libertad. El cuidado de sí conlleva un conocimiento de sí que abre la posibilidad de preocuparse por la propia vida. Preocuparse por uno mismo significa una forma de dirigir la mirada: desplazarla desde el exterior, desde el mundo, desde las cosas, desde los otros, hacia uno mismo. Se convierte en un arte de vivir para todos y a lo largo de toda la vida; el cuidado de sí es un modo de prepararse para la realización completa de la vida.
El aceleracionismo que invadía nuestra cotidianeidad, puesto en debate en 2013 por el “Manifiesto por una política aceleracionista” de Alex Williams y Nick Srnicek, donde plantean sus dudas de la posibilidad política de una sociedad diferente a la capitalista. Este “Manifiesto…” es comentado desde diferentes perspectivas por Franco Bifo Berardi y Antonio Negri: mientras que el primero se dedica a atacar las bases y presupuestos de lo expuesto por el “Manifiesto” en el artículo titulado “El aceleracionismo cuestionado desde el punto de vista del cuerpo”; el segundo los reivindica en “Reflexiones sobre el ‘Manifiesto por una política aceleracionista’”. Un debate que la pandemia reactualiza, fundamentalmente en términos de crisis o reproducción del modo de vida capitalista: ¿la postpandemia será una distopía? ¿ cómo será nuestro futuro ?, ¿qué otras opciones quedan para destruir un sistema que parece ser inmune a sí mismo, que se alimenta de sus propias tragedias?
La cobertura mediática nos orienta con su tratamiento de esta realidad, para ver más allá del tiempo de pandemia. En febrero de 2020 el COVID-19 aparecía en las noticias internacionales, eran noticias de casos de turistas que se habían ido de vacaciones, eran relatos en primera persona, gente con identidad. En abril llegó “la explosión en la 31”, la “amenaza” como tópico que irrumpe en la noticia tuvo , según el Observatorio de Medios de Cuyo dos momentos diferenciales por la alerta que desencadeno: el 3 de abril con la reapertura bancaria sin protocolos, el 21 de abril con el primer caso en la Villa 31 (Fuente https://www.letrap.com.ar/nota/2020-5-14-11-31-0-las-victimas-de-la-pandemia )
El hundimiento del Titanic en 1912 nos ilustra esta situación de desigualdad: a bordo del barco iban 2.223 personas, de las que 706 se salvaron y 1.517 perecieron. De los pasajeros de primera, segunda y tercera clase fueron rescatados con vida 199, 119 y 174, y fallecieron 130, 166 y 536, respectivamente. Hay una gran diferencia entre el número de pasajeros de tercera clase fallecidos en relación con los de las otras dos (todos iban en el mismo barco pero la primera clase iba arriba con medidas de auxilio y los de tercera viajaban hacinados en la parte baja). La clase marcó la diferencia en el destino del pasaje.
Los medios llegaron a focalizar la pandemia en la villa como un peligro para los habitantes de CABA, los sectores más vulnerables, como en el Titanic, tienen menos posibilidad de salvación y son foco de amenaza a la “normalidad”, explicada como una “bomba a punto de explotar”.
La muerte de Ramona Medina el domingo 17 de mayo, habitante de la 31 a quien conocimos cuando La Garganta poderosa (medio de comunicación popular de la Villa) nos contó que ella vivía en la casa 79 de la manzana 35 en la Villa 31 y se quedó sin agua. Ramona era insulino-dependiente, cuidaba a una hijita en silla de ruedas, con Síndrome de West y Síndrome de Aicardi, que no puede hablar, ni comer sola.
Esta otra realidad que no suele visibilizarse nos interroga acerca de “la normalidad” y nuestro futuro. Las imágenes distópicas no interpelan a los habitantes más vulnerables de nuestro país, quienes demandan políticas sociales urgentes que reparen no solo los posibles daños de la pandemia sino una vida más digna con justicia social para un futuro de equidad cuya aceleración no los alcanzó aún porque están olvidados en los márgenes .
El cuidado que el Estado argentino está gestando para la postpandemia asoma en un texto que propone abrir el debate sobre nuestro futuro: el de todas y todos: “El futuro después del COVID -19”, es un libro digital donde cerca de treinta intelectuales de la Argentina reflexionan sobre la pandemia que azota al mundo. Un debate que obliga a explorar nuevos interrogantes e imaginar escenarios inéditos.
La “nueva normalidad” de la postpandemia debería posibilitar que no haya más contagio ni muerte para toda la ciudadanía, y que las Ramonas no se queden sin agua. Debemos construir un futuro de buena vida y no solo de cuidado para los sectores que están en la primera clase del barco o en la primera plana del medio.
Dra. Mónica Cohendoz – Docente e Investigadora FACSO
DIRECTORA OBSERVATORIO DE MEDIOS, CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA